lunes, 12 de diciembre de 2011

ANGST

Cuando la angustia trepa por tus huesos,
sacudirte el dolor, duele. Lo inevitable.
La angustia te soltará en algun lado...
allí es donde sabrás que no era el fin,
pero sí el principio de algo:
algo sin tiempo, acaso breve, acaso final.

martes, 29 de marzo de 2011

El "perfecto" Cisne Negro

Un modo cautivante de contar una historia más acorde a un trillado estereotipo de la psicología popular. Sin que esto fuese en detrimento de la película, quisiera desmenuzar algunos conceptos que el filme hizo resonar en mí. Las primeras preguntas que me asaltaron, sesgadas, emocionales, fueron: ¿quién gana y quien pierde? ¿morir es perder? ¿morir así, liberada, es perder o ganar? Caramba… estoy viendo el asunto en términos de perder y ganar... en blanco y negro… Si finalmente todos moriremos, ¿por qué no morir dignamente? ¿Hacerlo es ganar? Aunque no se haya sabido cómo vivir, se sabe, por los últimos momentos de la vida, como morir… pero en la película, esto no se hace a conciencia, sino que la propia condición psiquiátrica de la protagonista -obsesiva, paranoide y victima de alucinaciones y autoflagelaciones inconscientes- es la que la salva… ¿la salva? ¿La redención por la muerte o la redención por el amor? El amor parece difuso en esta historia. Un amor propio que oficia de coraza, un amor por la belleza, que puede inspirar u obsesionar. El ejemplo para hacer el paralelismo entre el personaje y la vida es brillante: la "reina cisne" y "el cisne negro".



El desafío es el de casi todo ser humano, integrarse (¿o desintegrarse?) para SER y ser ese ser que intuye que puede ser de un modo más autentico, pero solo el mundo le muestra, en momentos cruciales, “como debe ser” si quiere ser libre. ¿Libre de qué? Libre de sus propias ataduras, recordando a Sartre: “las cadenas están en la mente”. Se trata de una libertad negativa, en el decir de Isaiah Berlin. El salvajismo que, se supone, complementa al ser humano: su sombra -en términos jungianos- si no se expresa como parte integrada de uno mismo, se expresa de alguna otra manera, posiblemente destructiva o, si es mas benevolente, de forma bloqueante. Este es uno de los supuestos de la psicología folk. Decisivo es el desafío que plantea el personaje del ballet (el cisne) al personaje de Nina, en la película. Hacer los dos cisnes, encarnar los dos opuestos, o sea, que la sombra se haga presente. La perfección técnica expresa la parte luminosa, “apolínea” en el decir de Nietzsche, quien no ignora a lo dionisíaco, que necesita explotar, romper, deshacer toda estructura limitante. La integración parece imposible. El presupuesto pasa por ser el que incluso en los seres más “luminosos” a fuerza de corseterías, tienen una sombra pujando dentro de sí y, como sentencian en la película: “la perfección necesita también de esa parte”. El punto negro en la parte blanca del Yang, debe también estar, para arribar a la perfección. ¿O se necesita de todo el otro complemento negro -con el punto blanco- que conforma el círculo completo del Yin-Yang? Es una arbitrariedad considerar tan solo a una mitad como la perfección... ¿acaso no es una "contradictoria" media perfección?. Depende de lo que se desee decir, pues para algunos la perfección es el circulo YIN-YANG completo que, como todo circulo, es “perfecto”. Los antiguos llamaban tiempo PERFECTUM a aquel que era designado por un circulo. Como la Santísima Trinidad, el tiempo en 3 de las piezas musicales era perfecto, un tiempo, coincidentemente, relacionado con la danza.



Un punto destacable de la película es que se nos obliga a identificarnos con la protagonista, Nina, y así vivimos sus alucinaciones como realidades, lo que se opone a ello y es “supuestamente real”, no son más que relatos de "los otros", de los "de afuera". Algo de sensatez nos queda como espectadores para intentar, a veces infructuosamente, caer atrapados en la mente de Nina. Hay cosas que no sabemos si realmente suceden. Las alucinaciones son progresivas y hablan de la desintegración psíquica de Nina, tan necesaria para integrar en su ser una sombra siempre latente pero “controlada”. Cuando la parte negra del circulo es tan terrible y no es “cualquier pequeña sombra”, como la que muchos de nosotros desearía tener… ¿quién se animaría a emular a Nina en tamaño desafío integrador? La “realidad” se hace presente en las palabras o la mirada de los demás, pero como la película en sí es prácticamente una alucinación -porque estamos atrapados en ella, siendo testigos, y sintiendo la desesperación y la angustia, como la angustia descripta por los existencialistas que produce la “conciencia de existir”- nunca sabemos realmente qué es lo que pasa fuera de la psique sufriente de Nina. Imagen y sonido se complementan, como en el Yin-Yang para que vivamos lo que siente Nina, a través de su rostro o su imaginación. Los espejos multiplican el dolor. El espectador no puede abstraerse, no ya de la mente sino del sentir de Nina. Nina sufre y la perfección es su obsesión mientras pretende ser ella misma y huir de sí misma. Es obvio en el filme el vinculo asfixiante con la madre, un vínculo diádico psicotizante, en el decir de los freudianos, como también lo es que la hija encarne las frustraciones maternas. ¿Quién es y dónde está el padre? De él nada sabemos. ¿De dónde vino “la ley” que impone esa búsqueda de perfección? Dice la vieja teoría que si hay psicosis no hay ley, porque no hay “otro”. Para Nina... ¿había otro? ¿Quién? Solo en el "cuerdo" hay el temor desesperado a la desintegración, pero en el “loco”, ¿qué hay? Solo hay sufrimiento, un sufrimiento por la inadecuación al mundo, de ahí “locus”: lugar… ningún lugar hay para el loco, para un yo que en algún lado quiere, pero no puede ser, y que se defiende de todo, porque percibe que todo lo ataca. Podemos comprender en Nina la extrema dificultad (¿o imposibilidad?) de integrar SU sombra.



Hay sombras demasiado pesadas… hay luces que ciertas sombras parecen apagar. El control es la mayor defensa ante un mundo terrible. Su emoción es el miedo, aunque se disfrace de placer cuando rara vez vemos “las cosas bajo nuestro control”. Las cosas cambian, las fuerzas merman. El control infinito es imposible. Se trata de entropía pura: todo el universo tiende al orden, que es, para los humanos, un completo caos. El cosmos en que vivimos es caos universal, porque hay concentraciones y desproporciones de materia y energía allí y acá. Para el universo el equilibrio, el orden, es cuando no sucede nada. Ese es el universo perfecto, acabado. Así es que parece ser necesaria la "muerte" para redimir al sufriente. Ser uno su propio Cristo, un Cristo mutilado, pequeño, carente de milagros, que puede apenas redimir solo una vida, no ya la de “toda la humanidad”, cosa que acaso esta película se propone… Lo que enriquece la película es que planteada en blanco y negro no hay posibilidad de grises, y menos aún, de arcoíris. He aquí el dilema: morir para realizarse “en un sentir auténtico”, como muere el cisne blanco, o vivir sufriendo por “no ser”, por no integrarse, por no vivir, o por vivir una vida ajena, que es lo mismo, o peor. Esta segunda opción, sabiendo que moriremos, parece ser una cobarde huída: si hemos de morir, luchemos por ser nosotros mismos, si nó, moriremos tristemente, al término de una vida triste, no por haberse constituido en una sucesión de tristezas entre momentos de pseudo monotonía o alivios aparentes, sino por nunca haber tenido la actitud de rebelarse, de expresar lo genuino de querer ser en más que meras palabras. Aunque podríamos pensar que Nina no muere, si imaginamos una contienda, una “lucha por ser”, ¿quién triunfa? Morir habiendo sentido, ¿es triunfar? El triunfo ideal que solemos imaginar es “vivir habiendo sentido”, “haber aprendido” luego de atravesar la sombra y de ser traspasados y habitados por ella. Del semicírculo blanco manchado al círculo completo con un "negro" de igual proporción. La perfección es adecuada para explicar la vida (y muerte) de Nina. La excelencia no lo es. Ella buscaba perfección y la obtuvo. Lo perfecto es acabado, terminado, finito. Un ser humano acabado es un ser humano muerto, es decir, un no-ser humano. La perfección se hizo realidad fuera de Nina y dentro de ella y en su lecho lo dice: “fue perfecto”. Su sentir puede que la convenza, pero aún podría no serlo. No importa. La muerte pone punto final. El resto es comentario de los que quedan… “Fue perfecto”. ¿Qué cosa lo habrá sido? ¿La técnica? ¿El haber sentido por primera vez la danza? Para el afuera fue "perfecto" y para la perfección, luego de aquello que "hayamos hecho perfecto” debemos morir. No queda opción. Es en blanco y negro. Si vivimos, viviremos sin sentido, si seguimos centrándonos (obsesivamente) en el asunto que es objeto de perfección, debido a que simplemente “no puede mejorarse”: es perfecto. Y, si atisbáramos que lo hecho puede mejorarse, sencillamente entonces "no será perfecto”. Por eso debemos morir. Por eso la perfección lleva a la muerte y ahí reside el mensaje más conmovedor, atroz y revelador de la historia. Pero queda una luz de esperanza: la alternativa a la muerte es el poder inventar nuevos fines y esto es posible para la inteligencia humana. Enfocarse en otra cosa, abandonar la cosa “acabada”. No es fácil. Tampoco tenemos garantía de no caer nuevamente en la trampa de querer buscar la perfección en cada cosa que hagamos. El filme nos invita a luchar por ser nosotros mismos incluso atrapados en la imposibilidad de crear nuevos fines o de escapar de las ansias de perfección recurrente, aunque la redención sea a través de la muerte. Jugarse “la vida” en ello vale la “pena”. Alguien de una fragilidad extrema como Nina lo ha conseguido.



Quienes nos declaramos neuróticos tenemos un resto del que Nina carecía. Luego de vivir esta experiencia dentro de su mente psicótica a través de la película, muchos hemos podido salir con memoria y conciencia de lo que Nina nunca pudo. También hemos emergido con una agobiante angustia existencial, esa que nos lleva a movernos en la vida para que tenga sentido vivir. La conciencia de perfección debería implicar el abandono. Declarar algo perfecto es dejarlo como está, es olvidarlo, es darle vida propia y destino ajeno (a nosotros). Solo así podemos convivir con la idea de perfección, una perfección de lo que hacemos, no de lo que somos. Porque, al fin y al cabo ¿qué somos? ¿quiénes somos?. Esta es la pregunta fundante del filme (y de todos los filmes), que flota sobre otra: ¿qué significa “ser”? ¿Es el ser, perfecto? Según Parménides sí… aunque Sartre tardíamente lo haya refutado. Pero, simplemente “ser”, ¿qué es?... En principio, si equiparamos ser = existir = vivir, la clave es que vivir no solo consiste en movernos, sino en dirigirnos hacia algún lado, un lugar que deseamos, un lugar im-perfecto, abandonando lugares ya visitados para que la vida no acabe en un destino (pre)fijado, aunque para muchos el destino de toda vida sea único: morir. Es humanamente pobre este reduccionismo. Prefiero creer que el destino no es la muerte sino el significado de cada muerte, tanto para la conciencia moribunda como para la de los vivos que persisten. Es en el significado donde un mismo destino se vuelve múltiple. Abandonar lugares es un poco abandonar-se, quizás también des-ubicarse, o sea, apelar a nuestras pequeñas (o grandes) locuras; otra de las claves de esta historia… porque moverse, simplemente moverse… eso es lo que Nina hizo siempre, hasta su último paso: su caída como cisne. Loable para ella. Inspirador para quienes queramos verlo así. El desafío se presume tan inmenso que solo un loco podría realizarlo, o un soñador… Si decidimos emprender este camino a la propia autenticidad cuyo destino solo se siente… ¿seremos capaces de llevarlo tan a fondo como Nina lo hizo? Sin duda, si así lo hiciéremos, no deberá ser nuestro estandarte “la perfección”, a menos que nos sea posible dejar de estar aferrados a aquello que nos impide avanzar, o porque deseemos íntimamente terminar como ella. Así nomás, decisiones de vida (y muerte) como ésta no pueden estar más que en blanco y negro.