martes, 28 de julio de 2009

EXISTENCIARIA (existencia diaria)



RETORNO, ETERNO RETORNO

a Frederik Nihilsche

El sentido(1) sentido(2)
es el único sentido...

¿Sentido único o a la inversa?
¿Es posible ir en reversa
sobre huellas temporales,
que han sido o serán
tormentas?

Fiasco esto del finalismo:
-eso de seguir cambiando
sin dejar de ser el mismo-
que es llamado evolución...

Con permiso y con perdón
válganos la aclaración:
"A nada nos dirigimos,
solo se trata de estar
estando...
donde estuvimos...
"

Glosario:
1-Sentido como orientación
2-Participio de "sentir"




DES-RETORNANDO (sin-cuenta)



No soy el mismo, el retorno es imposible...

Soy el mismo, el retorno es imposible...

No soy el mismo, el retorno es imposible...

Soy el mismo, el retorno es imposible...

No soy el mismo, el retorno es imposible...

Soy el mismo, el retorno es imposible...

No soy el mismo, el retorno es imposible...



X



No soy el mismo, el retorno es imposible...

Soy el mismo, el retorno es imposible...

No soy el mismo, el retorno es imposible...

Soy el mismo, el retorno es imposible...

No soy el mismo, el retorno es imposible...

Soy el mismo, el retorno es imposible...

No soy el mismo, el retorno es imposible...

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No hay retorno posible.





PARA-POR-QUES


Para retornar hay que partir,

para partir hay que avanzar
para avanzar hay que seguir
para seguir hay que vivir
para vivir hay que nacer
para nacer hay que sufrir
para sufrir hay que perder
para perder hay que tener
para tener hay que encontrar

para encontrar hay que buscar
para buscar hay que observar
para observar hay que volver
o detenerse...
porque volver es retornar...


VOLTARE

Vuelvo,
Mis pasos, paradojas:
los mismos a mis ojos...
y otros a mi memoria.

¿Vuelvo?

Sin ojos no hay regreso...
soy demasiado ciego,
fragmentario, vago, necio...

No veo un horizonte
y entonces no hay retorno,
solo pasos de tiempo
y la conciencia de un peso.

No vuelvo...





VIS-ION-ANDO




Veo que veo, sin ver.

Hago que hago... sin hacer.

Urgente es el respiro

y me es ajeno. Y es mío y era mío...

Ser testigo es la condena de existir.

También sufrir. Menos, reír:

mueca tirante, tensa,

con grados de agrado.

Placer que reverbera hasta "haber sido".

Deseo su regreso y

la impaciencia se adueña...



Apego mío, tan mío... no puedo dejarte ir.

Sé que no retornarás,

que eres dueño de los ciclos,

de los siglos...



En cambio yo,

solo una vez seré libre

en la brevedad de un resplandor,

de un no-tiempo y corazón,

para ya dejar de ser,

para ya dejar de ver.



Repetir no es retornar.

Del retorno nadie ha vuelto.

Una ilusión que al andar

ya no quiero. ¡Ya no quiero!.


miércoles, 8 de julio de 2009

Seamos sinceros... (Confianza - II)

Recapitulando

En el artículo anterior sobre la confianza vimos que: somos siempre con un otro y de ahí la importancia de abordar la cuestión de la confianza
  1. la confianza se construye en forma mutua y para que yo construya
    "confianza" con un otro, aquel y yo debemos compartir responsabilidades: el otro de facilitarme, en las sucesivas interacciones que harán a nuestra relación, esa construcción; yo de construir esa confianza desprendiéndome de mis prejuicios, para dejar sujeto mi confiar a las interacciones concretas entre el otro y yo (y no a supuestos infundados)
  2. interactuar desde roles sociales nos trae a la mano ideas preconcebidas que hay que observar en el proceso de construcción de confianza dada su influencia, porque la ansiedad por falta de información suele mermar según la autoridad que el rol ajeno represente
  3. soy libre, en todo caso, de desconfiar, si me siento amenazado o traicionado, para poder preservarme, conservando mi libertad
  4. desconfiar es lícito y aceptable cuando el otro no nos provee terreno fértil para sembrar una relación de confianza
  5. podemos hablar de distintos grados de confianza una vez que nos abocamos a construirla, es decir, una vez abandonado el lugar de la desconfianza
  6. la confianza propiamente dicha es la plena confianza, porque permite fluir sin interrupciones o ruidos en las interacciones con los demás
  7. la recurrencia suele favorecer la construccion de relaciones de confianza y lo contrario puede suceder cuando dos personas saben (creen) que solo interactuarán por única vez
  8. podemos recurrir a salvaguardas para relacionarnos con otros y si bien esto no es desconfianza absoluta tampoco se trata de confianza plena
  9. en una relación de confianza (plena), la potencia de acción de todos los involucrados aumenta, generando un ánimo compartido de apertura y entusiasmo
  10. la confianza es nuestro desafío como personas pensantes, responsables y libres, porque tenemos la capacidad de elegir cuando y en quien confiar.

Sigamos ahora ahondando en la confianza dese las perspectivas expuestas y agregando incluso otras...

Confianza y promesas sinceras

La cuestión principal que expondremos aquí hace a nuestra manera de vivir como seres humanos, por lo tanto tiene implicaciones morales.

Cuando desconfiamos lo hacemos, como hemos visto, por dos motivos principales:

a- porque en una o más interacciones con un otro, nos hemos sentido perjudicados, es decir, que se nos ha traicionado, defraudado, molestado, amenazado o dañado. Atribuimos intencionalidad negativa al otro.

b- porque mis prejuicios sobre el otro no me han permitido una apertura genuina a su propuesta, a su presencia, a su entrega. En este caso no estamos pudiedo evaluar que este otro pudo haber dado señales claras (invisibles ante la fuerza de nuestros prejuicios) para que podamos confiar.

Lo segundo demanda un trabajo personal: salirse de prejuicios es luchar contra respuestas automáticas y a menudo apresuradas ante las inquietudes que la presencia y accions del otro nos producen, sumadas a las que ya acarreamos con nosotros por sinnúmero de otros factores.

Lo primero significa que el otro ha roto alguna promesa y esto es lo que necesitaremos explorar con mayor profundidad.

Para empezar, cuando hablamos de promesas, nos estamos refiriendo a un concepto, un término que implica ya una interacción: alguien hace un PEDIDO/OFERTA y otro la ACEPTA o la RECHAZA.

Si hubo rechazo podemos hablar de que "no hay promesa constituída" tanto como que "hay una promesa de 'no hacer' lo pedido u ofrecido". En ambos casos cualquier reclamo resultaría inválido.

Si yo he hecho un pedido y el otro ha aceptado cumplirlo, ¡aquí tenemos una promesa!. La sinceridad del que acepta cumplir con mi pedido es fundamental y es lo que está en juego como parte crucial en el proceso de construcción de la confianza.

Si yo he hecho una oferta y el otro la ha aceptado, la sinceridad sigue siendo importantísima pero en este caso de mi parte: la oferta debe ser real, genuina... no se trata de ofrecer algo que no tengo, no puedo o no tengo intenciones de dar.

La vía inversa acerca de la sinceridad que se pone "en juego" es también válida. En el primer caso, pedir algo que no necesito no es sincero y, si bien el otro podrá cumplir con lo pedido, si se anoticia de que no era necesario, el hecho no ayudará a cimentar una buena relación: lo comprometí a que se preocupara (y ocupara) de un tema sin sentido.

En el segundo caso podrá preverse algo similar: si mi oferta es aceptada "para nada"... probablemente no querré ofrecer(me) nuevamente si descubro que lo hecho no ha servido o no ha interesado realmente al otro.

Como podemos ver, en estos casos la sinceridad se ha visto involucrada y esto nos indica que la SINCERIDAD hace a una cuestión de base en la confianza. Difícil, si no imposile, es confiar en alguien que "no es sincero" para alguien que se precie de sensato. Si no participamos de una interacción con actitudes sinceras, alguien posiblemente se estará escudando tras una máscara y sentiremos que se "nos usa" o se "nos manipula" y que esto no conribuye a potenciar las acciones que podrían lorarse colaborando en equipo. Se estará prestando atención y controlando las tareas y su modo de hacerla, se estará intentando generar garantías de cumplimiento, se estará con un ánimo ansioso generado por la duda, pero no se estará haciendo foco en las accions que son necesarias para hacernos caro de la cuestión que necesitamos.

En definitiva, si no confiamos en nuestros semejantes, nos estaremos dedicando a diversificar nuestro esfuerzo en cosas que resultarán del todo innecesarias. Por eso resulta necesario hacer propio el confiar, especialmente en aquellos que pueden sumar sus fuerzas y entrega en la coordinación de acciones como equipo y estar predispuestos a abrirnos y hacer un lugar de bienvenida.

miércoles, 1 de julio de 2009

Y... si no me tienen fe (Confianza - I)

Ser y confiar

Ser o no ser era la cuestión, antes... Ahora se trata de confiar o no confiar.

Confiar para ser. Pero no ser simplemente un ente existente. Ser requiere confiar porque somos con otros, constantemente, desde que abrimos los ojos al mundo y lo vemos, y este nos mira.

Pero no “somos” con cualquier otro o, si lo somos, a medida que crecemos, si somos cuidados en su compañía ese otro, tan extraño como el mundo, se vuelve parte de uno. En rigor, lo que permanece extraño es el mundo, y aquel “otro”, que tanta atención nos procura es usualmente “otra” (la madre). Con ella conformamos desde el comienzo algo inseparable y cuando pasa a ser “un otro”, difícilmente, a pesar de posibles ambivalencias, no se trate de alguien amigable...

Entonces, con el tiempo (y el desarrollo del niño) se desarrolla la conciencia y la madre pasa a ser realmente "un otro", pero difícilmente alguien extraño.
Mucha literatura psicológica hay acerca de esta evolución conjunta del ser y la confianza implícita entre madre-hijo/a.

Mucha literatura habla, también, con cierta intención moralizadora, del "otro" del mismo modo en que me referí a él al comienzo de este artículo, es decir, “el otro”, de manera genérica
para referir a aquel otro que no nos es cercano. Aquí es donde aparece el desafío nietzscheano de “amar al mas lejano, no al próximo” en uno de sus arrebatos anti-critianos. Fácil
es hacer lo segundo. Para hacer lo primero, necesitamos confiar...

Confianza en "el otro"

La cuestión que queremos abordar aquí es un aspecto de la confianza, cuando no se da simplemente por circunstancias biológico-evolutivas, sino como elección de vida, como un hábito en el vivir.

La confianza sintetiza un tanto la complejidad humana, como una interacción de tres dominios con características únicas: el corporal, el emocional y el lingüístico en tanto se siente y también se expresa como un juicio. En definitiva, juicio u opinión y emoción van juntos, ninguno de los dominios puede pensarse aisladamente.

Es entonces cuando sentir confianza hace a una opinión del tipo "yo confío en Fulano" o "Sultano es confiable" y frases como esas. Estas palabras mentales, silenciosas pero poderosas y rectoras retroalimentan el sentimiento de confianza y así la vivenciamos, en el cuerpo y en la “mente” que piensa y siente.

Confianza pude traducirse también como "decir sí". ¿A qué o a quién? A la posibilidad de acercarse al otro y de permitir que el otro se acerque... pero también trasciende a un primer acercamiento si la confianza preliminar se desarrolla, si se le da lugar a cimentarse, en las vivencias compartidas.

¿Como se desarrolla esta confianza entre dos extraños? Con interacciones. Cada acto de confianza es una apuesta donde, si se gana, probablemente se siga jugando, porque se lo necesita y ese "otro" (antes) abstracto, es alguien que lejos de ser genérico es concreto, viviente y cercano. La ambigüedad puede aparecer, igual que la duda, pero la cercanía y la costumbre, la historia de apuestas ganadas desde que se "tiene uso de razón" puede más y uno confía ante (y a pesar de) ciertas interrupciones y vuelve a confiar, a menos que haya demasiada susceptibilidad, lo que me hace dudar de que haya habido real confianza... La gravedad de los asuntos que atentan contra la confianza puede ser un gran alimento de la susceptibilidad humana.

Volviendo a la etapa de la niñez, el juego irónico de Nietzsche cobra valor cuando se traspasa el ámbito de la costumbre paulativamente, durante el desarrollo y la socialización del humano, entre allegados y atisbando fragmentos de un mundo externo es cuando se comienza a entrar en la paradoja de la confianza a voluntad, no una confianza de hecho sino por elección:
elijo confiar, en el compañero de trabajo, en el jefe o el subordinado, en el vecino, el conductor que está adelante, en el vendedor, el medico, el abogado o el juez, en el político, o en los desconocidos que, por miles, comparten la calle y los medios de transporte, los teatros, cines, restaurantes o templos. Sobre estos últimos acaso es mas difícil confiar. ¿Por qué?
Porque ni siquiera tenemos un trazo de información sobre sus vidas, gustos, preferencias, costumbres, marcos éticos, capacidad de comprensión, de empatía, solidaridad, amorosidad...
Nada conocemos del otro. Tenemos tantas razones desde “esa mismísima nada” para confiar como para no hacerlo. Si desconfiamos, elegimos la opción mas segura.
Cuando nos relacionamos con un extraño “desde su profesión o un juego de roles” la ansiedad suele mermar (¡a menos que se trate de un abogado, un vendedor o un dentista!). Algo de ellos creemos saber... algo construimos y eso es suficiente para, en muchos casos, abrir nuestras orejas y prestar atención (a la palabra “autorizada”) y, eventualmente, “confiar” y entregarnos a sus manos. La autoridad del "que sabe" suele ser un gran generador de confianza y la historia muchas veces lo ha demostrado... aunque ese saber sea atribuído por los "que no saben". También el sistema educativo tradicional se basa en esta asimetría y, muchas veces "pavimenta" la espontaneidad y creatividad de los "educandos", pero esto es otro tema.

Volviendo a la construcción de la confianza, puede suceder que la interacción entre dos extraños ocurra una única vez o que se forme algún tipo de vínculo construido sobre interacciones reiteradas. Las encrucijadas y decisiones, según sea el caso, serán muy distintas. La transacción única puede o no forjar algún lazo de confianza. Esta quizás sea la mínima indispensable sujeta solo a esa interacción pero no requerirá mucho más. Podemos hablar quizás en estos casos, de “prudencia”, especialmente si contamos o convenimos algún tipo de salvaguarda o protección. Siendo prudentes, en el sentido de ser precavido o cuidadoso, tratamos de obtener garantías "por las dudas... " y es que si tengo dudas no confío plenamente en el otro. Esto, a mi juicio, no es confianza genuina, es decir, la "confianza propiamente dicha".
Abandonar la desconfianza nos adentra en el "espacio de la confianza" que, no obstante, puede darse en diversos grados, posibilitando generar y mantener cierto contacto.
La auténtica confianza generalmente es construída en interacciones reiteradas, necesarias, que, como quiera que fuera, constituyen algún tipo de relación.

La confianza es necesaria para una relación de calidad. ¿Puede haber relación sin confianza plena? ¡Claro! pero difícilmente la habrá "en desconfianza": si la hay será una relación turbulenta y (seguramente también) breve. Si se extiende se tratará de una relación tóxica que mas vale modificar o desechar.
En los otros casos, la relación será mas llevadera, pero no será óptima ni plena, porque parte de nuestra energía, tiempo y acciones estarán dedicadas a vigilar, a controlar, o a generar instrumentos de resguardo. Esto impide la fluidez que gratifica y que nos sitúa (a mi y al otro) del mismo modo de cara al objetivo y las acciones que demandan la participación responsable de ambos...
La confianza da lugar al otro, pero no cualquier lugar. Convoca y suma partícipes con un ánimo similar y por lo tanto, en el decir del filósofo Spinoza, aumenta la potencia de acción.

Continuaremos explorando la confianza en sucesivas entregas.

domingo, 31 de mayo de 2009

Ya no hay Teseo posible

Era de noche. Más bien era una de esas noches que no pertenecen a uno, sino a lo cotidiano, a lo esperable, y no estaba mal.

Uno espera casi sin darse cuenta que las cosas ocurran como suelen ocurrir, como deben ocurrir.
Era una de esas noches en que la trivialidad era dueña de un día como todos. De ordinario la historia suele equivaler a información redundante, pero algo de bello había en los pequeños y reverberantes fragmentos del día ya fundido en noche, y esa pequeña brillantez era menos del mundo y más de alguien.

No había pensado en como sería esa noche cuando despertó en la mañana ni al asearse antes de partir para cumplir con los deberes cotidianos propios de un adulto. Una marca de almanaque con el tedio de la obligación, con motivaciones más económicas que humanas, motivaciones ajenas, anodinas...

Un hombre, un problema a resolver y una respuesta estereotipada deja huella junto a un código, no un nombre.

Otras ocho horas habían sido arrebatadas con su anuencia, cómplice. Por eso su pérdida dolía poco.

Alguna vez había pensado que no solo el dinero cerraba el círculo principal de la existencia: también lo hacía el miedo, ese que nos lleva a querer y tener entre todo tipo de seguros uno como las "prepagas"... Nunca se sabe cuando la salud declinará y para el momento en que ello ocurra, es más que conveniente contar con la cartilla de prestaciones médicas. En esencia, un nuevo ejemplo de cómo el miedo hace a la vida, a la supervivencia.

De todo esto, el día calendario había sido ajeno. Mientras caminaba cargando su cansancio, latía la inminencia del calor de hogar, y la sonrisa esperada. Simplemente el instante, el momento, el deseo de llegar a casa, relajarse, disfrutar de la cena con su mujer, que era su luz, sus cinco sentidos y también el sexto: el de la vida. Con ella había intercambiado palabras amorosas minutos antes telefónicamente, caricias sonoras plenas de calidez... de calidad.

Era costumbre en él ser sede de debates filosóficos de índole moral. Lo bueno... lo malo. Palabras vacías que rellenamos a cada instante hasta la saturación del término, o del oyente. “Predilección por pensar” - lo llamaba. Búsqueda inquieta de una guía o de coherencia, conciente de una condición palpitante en él, como en todos los hombres. Una búsqueda demasiado ambiciosa para el intervalo de una vida “al natural”, donde el lobo es un lobo para otros lobos. Por el contrario, los hombres, “en sociedad”, son hombres para los hombres. (Ojala fueran lobos: fieles y auténticos, sin moralidad, sin libertad, sin perversidad, sin situaciones límite). Ser hombre no siempre es ser humano y la frágil existencia tiende a mostrar, tarde o temprano, su veta ríspida, en honor a sí misma y en honor a la conciencia que la nombra, una conciencia de los hombres, o de los humanos. La conciencia humana tiene ribetes de una moralidad que conoce la vulnerabilidad y el riesgo y se yergue por eso en defensa de la vida. Distinta es la conciencia de los hombres.

Así las cosas. Así los pasos. El dilema de “ser o no ser” se reduce a “confiar o no confiar”: la fe nos permite ser, pero puede también aniquilarnos.

A metros de su casa vibró la sospecha pero eligió la confianza. La sospecha es ajena, heredada, en cambio su elección era suya. Escuchó un balbuceo ininteligible y una amenaza demasiado cercana, sin resquicio para el deseo de que aquello no estuviera sucediendo. La amenaza fue desconcierto y súbita confusión. Tenía forma joven de hombre, no forma humana. Cuesta pensar como humano al ser que tiene por hábito invitar a la muerte a casa de otro, erigiéndose en dueño de todos los tiempos. Sea una muerte en palabras o en hechos, un hábito quizás tan tedioso como una completa jornada laboral de oficina, repetida, infinita, un hábito acaso más libre y vívido por tratarse de un sentir propio, del impulso genuino de procurarse un sándwich o un “paco”. Se trataba de un hábito quizás titubeante, principiante, pero con la contundencia de lo que ha llegado a encarnarse, un hábito que hasta ese día parecía indudablemente más riesgoso que la acción mas osada de un simple oficinista. Es sorprendente cómo a veces se equilibra el mundo.

Difícil es pensar sin concluir que esto y todo lo demás sucede en una espiral convergente dentro de un sistema que desgasta, tritura valores cualitativos generando meras cantidades, esparcidas como vidrios rotos, pero silenciosas. ¿Cuánto contribuimos, con nuestro tedio cotidiano y por un “mensual”, a generar e imponer estos valores cuantitativos? Omitir esta pregunta es irresponsable, responderla justificando cualquier ataque a la vida, cualquier muerte anticipada, también. Las palabras no existen ante los hechos ni los reemplazan. Mientrastanto, como un virus benigno las cualidades sobreviven algún tiempo en algunos seres más que en otros, acaso por inmunidad “sociológica” o “psicológica” a las cantidades. Alguna vez se le oyó decir: "¡Maldigo a Pitágoras... todos queremos lo mismo!", con odio o desazón.

No hubo lugar para el terror. Este solo pertenece a las narraciones y las narraciones al futuro de los hechos, es decir, a los vivos, como solo son de los vivos los derechos.

Es demasiado poco decir que su indignación se hizo pensamiento. “Yo no me la paso yugando para pagar tu paco” – gritó en silencio.

La respuesta fue un estruendo y luego pasos. Pasos distintos, pasos apresurados, pasos hacia otro lado. No más reflexión ni más pregunta, mientras el frío lo invadía, junto a un dolor nuevo y último y un rojo sufrido que teñía sus ropas.

Ese mismo estruendo fue lo que interrumpió la calidez amorosa de una cena en preparación tras la medianera. Era invisible el espanto y del otro lado la esperanza efímera y la desesperación infinita. “¡Dios, que no sea él!” - rezó ella. Pero era él. Su cadáver se estremeció ante el grito desgarrador de ella al verlo inmóvil tan pronto abrió la puerta. Todo había terminado para él, que ya no era él... y un segundo después, ella tampoco era ella: su mujer, que había sido su luz, sus cinco sentidos y también el sexto: el de la vida. La víctima había sido él y el único arrebato concretado, la sonrisa de ella y para siempre. El mundo nunca lo hubiera querido. Ella tampoco.

Un mensaje destinado al mundo hay en cada acto, incluso si se trata de una agresión o resistir ante ella.
También actitudes, tolerancia, autodominio, conciencia real de los hechos, conceptos de hombres como hombres y de hombres como humanos y preguntas como las que claman: ¿cuántas muertes necesita alguien para aprender? ¿Cuántas vidas estamos dispuestos a permitirle tomar? ¿Cuántas a entregarle? Para aprender las muertes deben ser ajenas.
Se han multiplicado los minotauros y han abandonado sus laberintos… Ya no hay orden que cuidar, ya no hay Teseo posible…



Algunos hechos no tienen explicación, otros caen en un descarado reduccionismo, otros sencillamente pertenecen a la esfera de la fortuna, del azar.


Por suerte algo fue distinto el miércoles 20. Por fortuna, por azar... sigo vivo.

viernes, 15 de mayo de 2009

Ser... agresivo

El SER es una gran esfera que abarca todo lo que 'es' (dijo mi abuelo lejano, y aún me cuesta creerle)...

Y me pregunto... ¿qué era esa esfera antes de ser el ser que abarca todo lo que es? ¿Era algo? ¿Era una esfera? ¿Había un 'antes'? ¿Cómo llegó a 'ser' esa esfera que abarca todo lo que 'es'? ¿Surgió de la nada? El ser y la nada...

Esa esfera, sin dejar de ser una imagen poderosa, me hace pensar que fuera de ella está la mismísima "nada", siempre despreciable, siempre despreciada.

Si en una cuestión crucial como esta necesitamos pensar en opuestos para vislumbrar algo (algo que "es" versus lo que "no es"), ¿podríamos pretender, en nuestro afán de ser, derribar estos opuestos sin destruir a nuestros oponentes, en el mundo, en la vida, codo a codo con los otros?
¿Cuánta agresividad preciso para afianzarme, para identificarme a mi mismo sin (con)fundirme en lo que "no soy yo"? ¿Cómo ejercer esa agresividad sin llegar a la aniquilación, al "no ser del otro ni de mi mismo"? ¿Cuánta necesidad de YO tengo, para ser YO?

¿Existe otra manera de afianzarme (dice el YO) sin confrontar a "lo otro" o, confrontando sin llegar a la aniquilación del otro? ¿Puedo distinguirme para percibirme, para sentir que SOY, sin oponerme a lo que "no soy" (a quienes no soy) de modo irrevocable, necesitando inevitablemente ser artífice y responsable de la desaparición de mi oponente? ¿Existe algún otro modo de diferenciarse que no sea por oposición? Porque el peligro reside en la oposición desmedida y la desmesura en el modo en que nos oponemos a lo otro.

En definitiva, la cuestión pasa a ser la siguiente: ¿cuánto necesito odiar, para amar sin temer? Si temo no amo y a su vez, si nos oponemos somos dos y esto último es necesario para que yo sea yo, y el otro, otro. Una vez mas: identificación. Cuanto mas distinto, mas fácil que cada cual sea quien es: no importa quien es quien, sino que no nos confundamos, que no se trate de una misma cosa... Pero... ¿quién precisa identificarse?. Aquel que se percibe como existente, es decir, alguien existente, y conciente (pienso, ergo... soy).
Amar es otra cosa y surge de manera relevante cuando quienes se diferencian a través de la oposición son dos "yoes" intentando ser... Amar, es apertura, es perder(se), es, en todo caso, poner en riesgo al ser que soy y concientemente asumir la posibilidad de dejar de ser... Mientras somos quienes somos, ¿acaso realmente amamos? ¿Cuánto (y qué) ha de morir en cada uno de nosotros, para amar con todo el esplendor de lo que ello puede realmente significar?

(¡Que iluso alivio se siente en esto de pensar yo mi YO, y fantasear que los otros son tan solo una teoría...!)

Naturaleza olvidada


No me llegan ya las hojas
de un otoño confundido...
Ya he olvidado aquel nido
precario, de ramas rojas...

Ya no resuena en mi boca
ningun verso, no recito,
y, triste, me precipito
sobre concreto, no roca.

Escindidos tallo y flor
ante mi vista pasmada
e intentos tras el cristal:
ya no hay ninguna fragancia...

Desde el miedo a la arrogancia
un encierro necesario,
mientras pierdo un mundo a diario
y el resto de mi se arrancia.

no se si para vivir...
o abandonar este mundo.
Un mundo en que ya no vivo,
que yo alejé de mi mundo.

Mi mundo se hizo lejano
de aquel que ya no recuerdo...
y ya dudo si estoy cuerdo
o mas bien enajenado

pero se que al duro suelo
lo piso, esta aquí debajo.
De pronto me enorgullezco
aunque es frío y sin abrazos...

Entre muros y agujeros
transcurre tiempo, no vida...
la vida ocurre a lo lejos
en mis memorias perdidas.
Puro muro y azulejos...
y azul el cielo, se olvida...

lunes, 11 de mayo de 2009

Conocer: ¿ser o no ser?

Conocer... ¿ser o no ser?
Vea y veda: conocer,
algo que hace al verbo "ser"...
Y se ve que para ser
es preciso también “ver”...
La intuición precisa al ojo,
que es testigo de la acción.

Precisar es depender,
precisar es precisión...
Y si es que no lo preciso
no hay necesidad o es vago.
Es preciso lo conciso
para que haya distinción.
¿Es complejo lo que observo, cuando miro en el espejo?
Si es así entonces lo dejo: dificulta la cuestión.


Se trata de conocer, y tratar es intentar,
porque mucho es lo que hablamos, y poco lo que escuchamos
cuando una palabra expresa y cae presa en nuestra red...

Este rojo conceptual, rojo sangre, ojo cerrado, que parece que
al mirar la apariencia es "lo que es" y ¿que es una apariencia
si no es mas que pseudo-ciencia? O quizás es al revés...


Conocer, ¿ser o no ser? Esta lógica pregunta... o mas lógico es callar,
con el dedo señalar: "no decir, sino mostrar" dijo un genio medio zen
que tenia doble virtud: ser "positivista y lógico"...
y lógico, ¿como no habría de ser quien al querer(se) conocer se trastoca en la experiencia
y derrocha la sentencia que "no existen las esencias, mas que para entorpecer"...
Rara avis” la conciencia que en busca de complacencia y evitando enloquecer da lugar a la sustancia, metafísica arrogancia para no perder poder... (Para no dejar de ser).


¿Y entonces? La verdad. Corresponde a realidad y lo real no enviste al Rey cuando dice que conoce para así evitar el roce con lo incierto y el azar.

Es entonces que real es la cosa que conoce y conoce aquella cosa que parece regular...
Pues "si hay regla, hay verdad". Balbuceo inductivista de algún mecanicista que quería tranquilidad.


Tranquilidad que queremos -tambien nosotros (oremos)-
para así conjeturar una vida predecible
poco digna aunque apacible, aburrida y pseudomorfa,
que nos lleva a preguntar...
Y trasunta la pregunta.
Y esto vuelve a comenzar...