miércoles, 1 de julio de 2009

Y... si no me tienen fe (Confianza - I)

Ser y confiar

Ser o no ser era la cuestión, antes... Ahora se trata de confiar o no confiar.

Confiar para ser. Pero no ser simplemente un ente existente. Ser requiere confiar porque somos con otros, constantemente, desde que abrimos los ojos al mundo y lo vemos, y este nos mira.

Pero no “somos” con cualquier otro o, si lo somos, a medida que crecemos, si somos cuidados en su compañía ese otro, tan extraño como el mundo, se vuelve parte de uno. En rigor, lo que permanece extraño es el mundo, y aquel “otro”, que tanta atención nos procura es usualmente “otra” (la madre). Con ella conformamos desde el comienzo algo inseparable y cuando pasa a ser “un otro”, difícilmente, a pesar de posibles ambivalencias, no se trate de alguien amigable...

Entonces, con el tiempo (y el desarrollo del niño) se desarrolla la conciencia y la madre pasa a ser realmente "un otro", pero difícilmente alguien extraño.
Mucha literatura psicológica hay acerca de esta evolución conjunta del ser y la confianza implícita entre madre-hijo/a.

Mucha literatura habla, también, con cierta intención moralizadora, del "otro" del mismo modo en que me referí a él al comienzo de este artículo, es decir, “el otro”, de manera genérica
para referir a aquel otro que no nos es cercano. Aquí es donde aparece el desafío nietzscheano de “amar al mas lejano, no al próximo” en uno de sus arrebatos anti-critianos. Fácil
es hacer lo segundo. Para hacer lo primero, necesitamos confiar...

Confianza en "el otro"

La cuestión que queremos abordar aquí es un aspecto de la confianza, cuando no se da simplemente por circunstancias biológico-evolutivas, sino como elección de vida, como un hábito en el vivir.

La confianza sintetiza un tanto la complejidad humana, como una interacción de tres dominios con características únicas: el corporal, el emocional y el lingüístico en tanto se siente y también se expresa como un juicio. En definitiva, juicio u opinión y emoción van juntos, ninguno de los dominios puede pensarse aisladamente.

Es entonces cuando sentir confianza hace a una opinión del tipo "yo confío en Fulano" o "Sultano es confiable" y frases como esas. Estas palabras mentales, silenciosas pero poderosas y rectoras retroalimentan el sentimiento de confianza y así la vivenciamos, en el cuerpo y en la “mente” que piensa y siente.

Confianza pude traducirse también como "decir sí". ¿A qué o a quién? A la posibilidad de acercarse al otro y de permitir que el otro se acerque... pero también trasciende a un primer acercamiento si la confianza preliminar se desarrolla, si se le da lugar a cimentarse, en las vivencias compartidas.

¿Como se desarrolla esta confianza entre dos extraños? Con interacciones. Cada acto de confianza es una apuesta donde, si se gana, probablemente se siga jugando, porque se lo necesita y ese "otro" (antes) abstracto, es alguien que lejos de ser genérico es concreto, viviente y cercano. La ambigüedad puede aparecer, igual que la duda, pero la cercanía y la costumbre, la historia de apuestas ganadas desde que se "tiene uso de razón" puede más y uno confía ante (y a pesar de) ciertas interrupciones y vuelve a confiar, a menos que haya demasiada susceptibilidad, lo que me hace dudar de que haya habido real confianza... La gravedad de los asuntos que atentan contra la confianza puede ser un gran alimento de la susceptibilidad humana.

Volviendo a la etapa de la niñez, el juego irónico de Nietzsche cobra valor cuando se traspasa el ámbito de la costumbre paulativamente, durante el desarrollo y la socialización del humano, entre allegados y atisbando fragmentos de un mundo externo es cuando se comienza a entrar en la paradoja de la confianza a voluntad, no una confianza de hecho sino por elección:
elijo confiar, en el compañero de trabajo, en el jefe o el subordinado, en el vecino, el conductor que está adelante, en el vendedor, el medico, el abogado o el juez, en el político, o en los desconocidos que, por miles, comparten la calle y los medios de transporte, los teatros, cines, restaurantes o templos. Sobre estos últimos acaso es mas difícil confiar. ¿Por qué?
Porque ni siquiera tenemos un trazo de información sobre sus vidas, gustos, preferencias, costumbres, marcos éticos, capacidad de comprensión, de empatía, solidaridad, amorosidad...
Nada conocemos del otro. Tenemos tantas razones desde “esa mismísima nada” para confiar como para no hacerlo. Si desconfiamos, elegimos la opción mas segura.
Cuando nos relacionamos con un extraño “desde su profesión o un juego de roles” la ansiedad suele mermar (¡a menos que se trate de un abogado, un vendedor o un dentista!). Algo de ellos creemos saber... algo construimos y eso es suficiente para, en muchos casos, abrir nuestras orejas y prestar atención (a la palabra “autorizada”) y, eventualmente, “confiar” y entregarnos a sus manos. La autoridad del "que sabe" suele ser un gran generador de confianza y la historia muchas veces lo ha demostrado... aunque ese saber sea atribuído por los "que no saben". También el sistema educativo tradicional se basa en esta asimetría y, muchas veces "pavimenta" la espontaneidad y creatividad de los "educandos", pero esto es otro tema.

Volviendo a la construcción de la confianza, puede suceder que la interacción entre dos extraños ocurra una única vez o que se forme algún tipo de vínculo construido sobre interacciones reiteradas. Las encrucijadas y decisiones, según sea el caso, serán muy distintas. La transacción única puede o no forjar algún lazo de confianza. Esta quizás sea la mínima indispensable sujeta solo a esa interacción pero no requerirá mucho más. Podemos hablar quizás en estos casos, de “prudencia”, especialmente si contamos o convenimos algún tipo de salvaguarda o protección. Siendo prudentes, en el sentido de ser precavido o cuidadoso, tratamos de obtener garantías "por las dudas... " y es que si tengo dudas no confío plenamente en el otro. Esto, a mi juicio, no es confianza genuina, es decir, la "confianza propiamente dicha".
Abandonar la desconfianza nos adentra en el "espacio de la confianza" que, no obstante, puede darse en diversos grados, posibilitando generar y mantener cierto contacto.
La auténtica confianza generalmente es construída en interacciones reiteradas, necesarias, que, como quiera que fuera, constituyen algún tipo de relación.

La confianza es necesaria para una relación de calidad. ¿Puede haber relación sin confianza plena? ¡Claro! pero difícilmente la habrá "en desconfianza": si la hay será una relación turbulenta y (seguramente también) breve. Si se extiende se tratará de una relación tóxica que mas vale modificar o desechar.
En los otros casos, la relación será mas llevadera, pero no será óptima ni plena, porque parte de nuestra energía, tiempo y acciones estarán dedicadas a vigilar, a controlar, o a generar instrumentos de resguardo. Esto impide la fluidez que gratifica y que nos sitúa (a mi y al otro) del mismo modo de cara al objetivo y las acciones que demandan la participación responsable de ambos...
La confianza da lugar al otro, pero no cualquier lugar. Convoca y suma partícipes con un ánimo similar y por lo tanto, en el decir del filósofo Spinoza, aumenta la potencia de acción.

Continuaremos explorando la confianza en sucesivas entregas.

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